A pesar de no haber sido seleccionados entre los ganadores, creo que, entre todos hicimos un bonito trabajo.
OBJETIVO: SALVAR EL BOSQUE
En un hermoso bosque, situado al
pie de una montaña, al que cada fin de semana acudían cientos de turistas, fue creciendo un
vertedero alimentado por las bolsas de sus bocadillos, las latas y botellas de refresco… y muchas otras
inmundicias.
Nadie se había preocupado de
colocar ninguna papelera, los contenedores de basura se encontraban a varios
km, en el pueblo más cercano, y la
gente, poco concienciada, prefería abandonar
allí los restos de una excursión
preciosa, antes que cargar con ellos de vuelta a su casa.
Los habitantes de aquel lugar,
los animales, se reunieron un día a la sombra de un enorme pino.
Estaban preocupados por la
situación, muy preocupados.
El bosque, su casa, cada vez olía
peor. Iban perdiendo espacio para vivir y alimentarse y sus crías ya no
podían corretear sin el peligro de
resultar heridas si se adentraban en ese lugar tan sucio.
¿Qué podían hacer? De seguir así,
en poco tiempo tendrían que abandonar su hogar.
El zorro, al que todos consideraban
un animal inteligente, tras escuchar las quejas de sus convecinos, decidió que era tiempo de actuar, pero ¿podrían
hacerlo solos? .
Se pidió que cada cual expusiese
sus opiniones y, democráticamente,
votarían y llevarían a cabo la mejor de ellas.
Se descartó la idea del oso:
quería esconderse tras los árboles y, cuando los grupos de turistas llegaran,
los asustaría y los obligaría a marchar. Nadie quería impedir que las personas
disfrutasen de ese paraíso.
Uno a uno fueron aportando ideas y le llegó el turno a una vieja rata,
una vieja rata viajera que con mucha frecuencia salía de los límites del bosque
y se adentraba en el mundo de los hombres.
Con la calma que dan los años y
la experiencia, les contó cómo, en los pueblos y ciudades que conocía, los
humanos depositaban las basuras en lo que ella llamaba “enormes cajas de
colores” (amarillas, azules, verdes, grises e incluso rojas). Había oído que el
contenido de esas cajas era llevado a unos lugares especiales en los que
reciclaban aquello que podía ser utilizado de nuevo. Evidentemente tuvo que
explicar qué era eso de reciclar y,
aunque algunos tardaron en comprenderlo, al final quedó claro para todos.
Las pequeñas hormigas se
preguntaron en voz alta cómo conseguirían, por ellos mismos, hacer desaparecer
tanta basura.
La idea parecía imposible y
comenzaron a dibujarse caras de impotencia y de tristeza.
El águila, que todo lo controla
durante sus largos y majestuosos vuelos, tuvo una idea.
En el vertedero había podido ver
trozos de papel y en alguno podrían
escribir una nota pidiendo ayuda.
El cuervo se ofreció a ceder una
de sus plumas, siempre y cuando fuese el búho quien se la arrancara, ya que
confiaba en él y en que no le haría demasiado daño.
El gato montés dijo que había
visto que unos humanos habían comido una
lata de calamares en su tinta, seguramente quedaría algo de ella.
Escribieron: “Los animales pedimos vuestra
ayuda, la suciedad está enfermando nuestro bosque y no podremos vivir así mucho tiempo más”.
Todos firmaron y… siguiendo el consejo
de la rata, metieron el mensaje en una de tantas botellas olvidadas en cualquier lugar.
Los conejos propusieron que
fuesen los escarabajos peloteros quienes la llevaran rodando hasta el pueblo más cercano. Así lo hicieron cuando
cayó la noche y, al amanecer, fue encontrada por unos ciclistas madrugadores. Tras
ver su contenido, lo transmitieron al alcalde que, inmediatamente, ordenó
llevar contenedores y se lamentó de no haberlo tenido en cuenta mucho
antes.
Además, cuando la noticia se
conoció gracias a los medios de comunicación, muchos voluntarios acudieron al bosque para
ayudar. Todo se hizo rápido y bien. Los
animales, escondidos, vieron equipos de personas recogiendo la basura y, felices, empezaron a percibir el olor de su bosque, que
casi tenían olvidado, y a vivir de nuevo
en su paraíso, compartido muchos días con
personas, mayores y niños, que ya
no tiraban nada al suelo.
En ocasiones, oían a los padres explicando a sus hijos por
qué era necesario poner cada cosa en el contenedor adecuado y notaban que los
niños comprendían que hay que respetar la naturaleza para que la Tierra
siguiese siendo un lugar hermoso para vivir.
Esta historia se sigue contando
en las reuniones de animales, bajo el viejo pino, para que las nuevas generaciones
aprendan que todos, en la medida de
nuestras posibilidades, podemos hacer
algo útil por el medioambiente. Y siempre terminan cantando este rap:
“Juntos lo hicimos pues juntos vivimos
¡Todos unidos lo conseguimos!”
Y aplauden y ríen a rabiar.
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